AUMENTAN LOS SUICIDIOS

La pandemia del coronavirus no solo trajo consigo millones de muertos en todo el mundo, sino una serie de consecuencias socioeconómicas y sanitarias que van a persistir a lo largo de muchos años. Una de ellas, quizá la más preocupante, es el repunte de problemas mentales, especialmente entre las personas más jóvenes. Así, el servicio público del Teléfono de la Esperanza, formado para apoyar a todos aquellos que estén pasando por un duro trance emocional, registró el año de la pandemia un 45% más de llamadas que en los años anteriores, haciendo un total de más de 160000 llamadas. De todas ellas, hasta un 22% eran de personas menores de 25 años.

Los síntomas más frecuentes son la ansiedad, la depresión, la angustia, la ira, la irritabilidad y cambios conductuales de todo tipo, incluyendo somatizaciones, derivados del aislamiento, la incertidumbre y el estrés causado por la cuarentena.

Lamentablemente, en 2020 se registró el pico de suicidios más alto en la historia de España, con más de 3900 muertes, lo que supone 11 suicidios cada día. Todo esto teniendo en cuenta los datos oficiales de lo catalogado como suicidio, ya que diversos psicólogos apuntan que muchos son erróneamente clasificados como accidentes; según ellos, la cifra real es dos o tres veces mayor. Para hacernos una idea, se registran hasta 80000 intentos de suicidio al año y más de 2 millones de personas reconocen tener, aunque sea una vez, pensamientos suicidas anualmente.

Lo preocupante es que los intentos de suicidio han aumentado un 250% entre los más jóvenes. Destaca la franja de los 15 a los 29 años, en la que el suicidio ya es la primera causa de muerte no natural según el Instituto Nacional de Estadística. Aunque uno de los motivos es que, gracias a varias campañas de prevención de accidentes de tráfico (hasta 2019, la principal causa de muerte no natural en esta franja), estos se han reducido significativamente, no es menos cierto que el número de suicidios ha aumentado en términos absolutos.

El hecho de que el suicidio sea, aún hoy, un tema tabú en la sociedad, hace que que todavía no se hayan desarrollado las suficientes políticas de prevención y asistencia, como reclaman los psicólogos y psiquiatras. Una inversión en una red de vigilancia pública podría evitar cientos o miles de muertes al año, ya que, según la Organización Mundial de la Salud, hasta un 30% de los suicidios son evitables.

El problema es que no hay un plan de prevención y actuación coordinado a escala nacional, sino redes de asistencia a nivel autonómico. Tampoco se promueven campañas en los medios de comunicación o en las redes sociales, relegando el asunto al silencio mediático en contraposición con otras lacras sociales como la violencia de género, el cáncer o los accidentes de tráfico. Aragón ha sido la primera comunidad autónoma española que ha puesto en marcha un plan multipresencial, y los profesionales demandan más medidas de este tipo a nivel nacional.

Mucha gente todavía cree que hablar del suicidio solo provoca un aumento de los mismos, pero es un mito: se ha demostrado que una concienciación positiva y multidisciplinar del tema reduce la cifra notoriamente, y las estimaciones de los beneficios a largo plazo son aún más optimistas.

Otro problema fundamental es la escasez de inversión en la división de salud mental de la sanidad pública. Las listas de espera en psicología y psiquiatría alcanzan los meses e incluso el año, y los profesionales afirman que es insuficiente para tratar con garantías los problemas que causan las conductas suicidas. En comparación con el resto de Europa, el equipo de profesionales de la salud mental es tremendamente bajo, con las consultas colapsadas; es más preocupante teniendo en cuenta que los tratamientos y problemas psiquiátricos y psicológicos se han multiplicado desde el inicio de la pandemia y, por tanto, hay más necesidad que nunca de prestar asistencia a los pacientes.

La mayoría de los suicidios e intentos de suicidio -90%- lo llevan a cabo personas diagnosticadas con una enfermedad mental, bien sea esquizofrenia, depresión o trastornos de ansiedad o de personalidad, así como de conductas alimentarias. Sin embargo, también es frecuente encontrar suicidios en personas con enfermedades terminales o muy graves, como el cáncer, el VIH, etc. Por tanto, no es necesario que una persona tenga una enfermedad mental para recurrir al suicidio. De hecho, factores como el desempleo puede aumentar hasta en 0,8 puntos la probabilidad de suicidio.

Es muy importante tener una formación mínima para detectar las señales que indican las posibles tendencias suicidas de un conocido. Al fin y al cabo, un 75% de los intentos de suicidio habían sido precedidos con avisos o comentarios relacionados. Por tanto, si detectas comentarios negativos o autodestructivos, frases relacionadas con el suicidio, cambios drásticos en la conducta, aumento del consumo de alcohol u otros hábitos insalubres, consulta con un profesional para analizar el procedimiento a seguir.

Hoy en día muchos seguros de salud, vida y decesos cubren el suicidio, normalmente tras un periodo de carencia que suele ser de un año, aunque depende de las compañías. Las coberturas pueden ampliarse incluso a asistencia psicológica, para que el asegurado no tenga que recurrir nunca a esa opción.

Desde Seguratis queremos decirte que, si estás pensando en suicidarte, recuerda que SIEMPRE HAY UNA SALIDA. Llama al Teléfono de la Esperanza, contacta con ONGs o voluntarios, acude a un centro de salud, háblalo. ES POSIBLE salir de tu tristeza y tu ansiedad. Hay multitud de personas deseando ayudarte, que harán todo lo que esté en su mano por mejorar tu situación. PIDE AYUDA: saldrás adelante. Estamos contigo.