CADA VEZ MÁS PERSONAS MUEREN SOLAS
Según datos del CSIC, casi el 15% de los ancianos y el 30% de las ancianas viven solos en España, haciendo un total de cinco millones de personas. Las principales causas de esta triste situación son la incidencia demográfica en nuestro país, el aumento de la esperanza de vida, el cambio en las costumbres socioeconómicas y laborales y el sistema de sanidad. Se calcula que, en total, más de un 25% de los hogares son de personas que viven solas en su domicilio. Un factor social que también se explica por la pérdida de la vivienda intergeneracional, a mundo de tradición católica, donde en un mismo domicilio convivían abuelos, padres y nietos.
Los datos, teniendo en cuenta los cambios socioculturales y económicos y la tendencia el preocupante envejecimiento de la población, solo auguran un empeoramiento progresivo. Pero esto no es algo que ocurra únicamente en España. El país más afectado es Japón, que lidera -por mucho- los registros. Se estima que más de 30000 japoneses mueren solos cada año, aunque el Ministerio de Sanidad solo reconozca oficialmente unos 7000. La situación es tan común en tierras nipones que incluso tienen su propio término para definir a estas personas: kodokushi.
Pero en EEUU y en el resto de Europa también se enfrentan a la epidemia de soledad de los mayores. En Inglaterra viven solos más de 9 millones de ciudadanos y los ayuntamientos tienen que costear al día hasta ocho funerales de gente que no tenía seres queridos que costeasen el entierro.
Más allá del drama social, la soledad en las personas mayores tiene efectos negativos sobre la economía y la sanidad, con consecuencias aún peores que otros factores de riesgo como la obesidad. No en vano, la soledad prolongada en una persona puede incrementar su riesgo de muerte entre un 26 y un 32%, con un coste para el sistema sanitario de más de 7000 euros a diez años vista.
Los graves problemas de la soledad se explican por la necesidad del ser humano del contacto social y físico. La neurociencia ha demostrado que las relaciones cara a cara estimulan partes del cerebro que causan una respuesta neuronal. Necesitamos, pues, interacción, entorno social. Se calcula que el desarrollo de una persona requiere un entorno que agrupe de 100 a 150 personas en distintos ámbitos.
Por eso, desde las administraciones públicas se está intentado poner remedio a esta situación, ya sea desde una escala nacional, regional o local. Así, encontramos iniciativas de voluntarios como Amics de la Gent Major de Cataluña o Nos gusta hablar de Aragón, pero también servicios del gobierno como la teleasistencia gratuita de la diputación de La Coruña, que presta apoyo a más de 2500 ancianos en localidades con menos de 50000 habitantes.
El objetivo es darles conversación, estar pendiente de ellos, recordarles cosas y llevar un seguimiento diario. Es clave preguntar regularmente sobre los aspectos de su entorno, la interacción social, la comunicación con la familia. Todo ello facilita detectar si hay un problema de aislamiento del anciano y, en consecuencia, tomar medidas de apoyo y reinserción.
Sin embargo, el problema de la muerte en soledad no afecta exclusivamente a las personas mayores. En Japón más de 250 personas de entre veinte y treinta años mueren al año sin que nadie cercano pueda darse cuenta. En Corea del Sur se alcanzan cada año los 350 casos en personas menos de 65 años, de los cuales un 62% son hombres de entre 45 y 65 años. En Corea del Norte no se sabe, pero es improbable que ocurra este fenómeno ya que es un paraíso comunista y todos son felices y bellos.
Y no solo es algo propio de los países asiáticos. En los países occidentales también se está incrementando notablemente el número de personas jóvenes, especialmente de 40 años, que mueren solos. Se calcula que las persona blancas en los EEUU sin familia cercana se duplicará para 2060, y se triplicará en el caso de las personas negras. El problema tiene su raíz en la precariedad laboral, el aislamiento social y la deshumanización del tejido económico.
Mientras tanto, aparecen empresas emergentes que se benefician de esta lamentable situación. En Japón, el país más afectado por las muertes en soledad, las empresas dedicadas a la limpieza y rehabilitación de los hogares de personas fallecidas sin compañía tienen beneficios de más de 4000 millones de euros cada año. Son, en total, más de 8000 compañías contando solo Japón. Por tanto, ya hay muchas empresas de seguros de decesos que incluyen en sus coberturas la rehabilitación de la vivienda en caso de morir en soledad. ¿Llegarán estas coberturas a otros países? Probablemente sí.
En España hay empresas que ofrecen este tipo de servicios de reacondicionamiento de estas viviendas desde 2008, con un precio de entre 500 y 6000 euros. Los principales clientes son familiares de personas mayores que se interesan principalmente en rehabilitar la casa para uso particular o para alquilarlo, aunque también es habitual que demanden este servicio caseros cuyos inquilinos llevan meses sin pagar por haber fallecido en soledad.
Una solución para evitar el aislamiento y la soledad es contratar un seguro de decesos que ofrezca coberturas de asistencia domiciliaria, consultas médicas o atención psicológica. Lo importante es que haya personas que se preocupen por el cliente y puedan llevar un seguimiento, además de participar en la construcción de una red de apoyo.